El atardecer del Jueves Santo se tiñó de rojo en Archidona. El dolor de la muerte de la Madre hacia su Hijo se vivió en el rostro de María Santísima del Amor y de la Sangre. Sus lágrimas se
cristalizaron eternamente en su corazón, roto por los clavos y las lanzas que dieron la última expiración del Señor. El llanto se hizo realidad con las saetas cantadas en la salida desde la casa
hermandad y una marcha procesional escrita exclusivamente para la Virgen. Desde allí y con aplausos ensordecedores hacían su aparición La Santa Cruz de Jerusalén, Nuestro Padre Jesús Nazareno, el
Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima del Amor y de la Sangre, envueltos en un mar de pétalos. Comenzaba así su cortejo procesional por la calle San Juan, continuando por Carrera,
calle donde la procesión se alza en todo su esplendor. Este año, luciendo los estrenos de la segunda fase de los laterales del trono de Nuestro Padre, los palos de aluminio y remates para el
trono de la Santa Cruz de Jerusalén, donados por la familia Jiménez Córdoba. Pero es al paso de las iglesias Santa Ana, Las Mínimas y las Hermanas de la Cruz cuando se lleva a cabo el ritual del
apostolado. Una sección con el rostro cubierto y ataviados con túnicas, sandalias, cinturones de esparto y coronas de espinas, que portan una cruz a hombros con el nombre de un apóstol inscrito.
A cargo del grupo se sitúa San Pedro y un ayudante, San Matías, ambos sin cruz. Este acto simboliza la huida de los apóstoles, representación evangélica típica de la Cofradía del Nazareno de
Archidona. Sin embargo, uno de los momentos de interés y más emotivos del Jueves Santo fue el encuentro de los tronos en la calle Nueva con el baile y la alzada de los Sagrados Titulares al toque
de campana. No obstante, la Semana Santa de Archidona tiene en su recorrido un itinerario cargado de sufrimiento para los hermanos. Es el paso de los enormes tronos bajando la empinada calleja de
la Estación, por su gran pendiente y elevada escalinata. Terminado este gran esfuerzo, acompañado por las miradas inquietantes del gentío y la emotiva música de la Banda Municipal de Música de
Almedinilla, la cual acompañaba por tercer año consecutivo a la Madre del Amor, llaman las puertas de la casa hermandad a su encierro otro año más.